En mi época de adolescente empezaron a frecuentar las preguntas como, ¿quién soy yo? ¿que hago aquí? ¿de dónde vengo? Todavía me acuerdo del profesor de filosofía de tercero de BUP que nos mandó de deberes estas y algunas preguntas más, y me puse muy contenta de pensar que finalmente sabría la verdad. Pues mi sorpresa fue que no sólo no nos pidió los deberes, si no que no nos dio ninguna respuesta.
Los años pasaron y las preguntas se quedaron ahí. Llené mis espacios de mi vida con experiencias y aprendizajes más relacionados con la vida misma, sin más. Creyendo saber qué es lo que quería, pero divagando entre distintos estudios y trabajos. Llegado un punto pareció que había encontrado a lo que me dedicaría para el resto de mi vida, pero en poco tiempo mis ansias por estudiar más surgieron de nuevo.
Y no fue hasta hace pocos años que me crucé con las enseñanzas de John Demartini. Con su Método Demartini® descubrí quien realmente era y entendí el porque. Entendí mi afán de siempre querer estudiar, querer saber, y entendí esas ganas que siento dentro de poder ayudar a la gente como él me ayudó a mi. Me quedé en paz con mi misma y aprendí a marcarme objetivos y metas de acuerdo con mis prioridades de vida, con lo que para mi es importante de verdad. Y mi vida empezó a cobrar sentido de verdad.
Por lo que he observado a mi alrededor, para mucha gente el hecho de pensar en ‘la misión de vida’ les parece como si estuviera hablando de una secta o de algo sin sentido, algo externo a ellos. Pero la realidad es que en todo momento escogemos, tomamos decisiones para nuestra vida i no nos cuestionamos si lo que decidimos tiene sentido para nuestras prioridades de vida y para nuestra misión de vida, porque normalmente no sabemos cuales son.
Y este punto de vista arrastra a las personas a sentir-se desanimadas, sin ganas de nada y a estar a disgusto en el trabajo y esperar que sólo sea viernes. Si no nos damos el permiso de conocernos de verdad y de saber y entender qué es lo que realmente queremos hacer, a qué nos podemos dedicar, o qué podemos estudiar, no viviremos al máximo, vamos a estar en un trabajo sólo por dinero, no podremos destacar, nos podemos sentir mal con nosotros o, incluso, vacíos. En cambio, si realmente sabes qué es lo que quieres hacer, solo hace falta planificar el camino para llegar allí y marcar objetivos y plazos realistas con ello.
Así que, ¿merece la pena quedarnos solo con esto? ¿Con el ir haciendo? ¿Con el no aprender a sacar todo el provecho que se puede sacar de la vida? ¿Te quieres conformar?
Llámame inconformista, pero para mi rotundamente no. Hay que buscar la forma de vivir lo mejor que se pueda, y un buen sitio para empezar es el de descubrir la misión que tienes en esta vida y entender tus prioridades de vida. Esta es la base para conocerte, saber bien como eres, porque decides lo que decides o qué deberías decidir para ser coherente contigo mismo. Si lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos no está alineado, podemos llegar a generarnos una enfermedad. Merece la pena hacer el esfuerzo.
Yo de corazón te invito a que descubras quién eres, tus prioridades de vida y tu misión de vida.
Montsant Aleu
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