Comer con ansiedad parece ser una de las situaciones que vivimos en el presente. Nuestra forma de vivir, la velocidad en que ocurren los sucesos, la cantidad de tareas que nos proponemos hacer. Nos generan ansiedad.
Lo primero que deberíamos preguntarnos es porque comemos. A priori, comemos para proporcionar a nuestro cuerpo lo que necesita para funcionar. Es decir, vitaminas, minerales, grasas, agua, carbohidratos (azúcares), fibra y proteína. Con todos estos elementos, nuestras células se nutren y nuestro cuerpo funciona de forma óptima.
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¿Cuál es el problema?
Pues el problema aparece cuando en lugar de comer para vivir, vivimos para comer. Cuando creemos que el hecho de comer es puro placer y nos olvidamos de lo que realmente importa, que es nutrir a nuestro cuerpo de forma adecuada.
Por más que comamos, si a nuestro cuerpo no lo abastecemos con nutrientes, el cuerpo está hambriento. Share on X
Con lo que comemos más, aunque sin tener en cuenta lo que nuestro cuerpo nos pide, y seguimos viviendo con sed nutricional y con algunos quilos de más. Y en este espacio de comer sin alimentar, tiene lugar el hecho de comer con ansiedad y tener antojos de algún tipo de comida.
Lo que muchos os preguntaréis es porqué se come con ansiedad, qué nos lleva a comer por comer, sin parar, sin realmente necesitarlo y además comer algo que no nos nutre.
Para mi, y basado en mis estudios en el Integrative Institute of Nutrition, hay dos tipos de alimentos.
Alimentos Primarios y Secundarios
Cuando experimentamos un antojo o ansiedad por comer, aquí tenemos algunas opciones a probar, para ver cuál encaja mejor con cada uno:
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Falta de agua:
Muchas veces lo que tenemos en realidad es sed. Cuando el hipotálamo recibe el mensaje de deshidratación o falta de agua en el cuerpo (somos un 60-70% de agua), el cerebro nos da una señal que interpretamos como falta de hambre. Así antes de comer, cuando sea entre comidas, primero bébete un par de vasos de agua y observa como te sienta. Espera que haga su efecto antes de decidir si era o no hambre. El agua, además, te ayudará a disolver grasa acumulada y te lubricará las articulaciones.
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Saber qué necesitas:
Es importante analizar, preguntarnos ¿qué es lo que nuestro cuerpo necesita realmente? Para ello, os aconsejo acudir a un coach de salud que os guíe bien y os acompañe en todo momento a encontrar la respuesta más adecuada. Si uno no está acostumbrado a hacerse este tipo de preguntas, puede bloquearse y no descubrir nada. Muchas veces nos muestra una falta o vacío en algún alimento primario.
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Tipos de alimentos que ansiamos:
Otras veces, se pueden analizar qué tipo de alimentos son los que ansiamos comer. Si es el dulce, podemos intentar reducir los alimentos altos en sodio y reducir la cantidad de sal en los platos, por ejemplo.
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Qué comemos realmente:
Es interesante también analizar qué es lo que solemos comer a lo largo del día. Y preguntarnos si estamos recibiendo todos los grupos de alimentos que nuestro cuerpo necesita para funcionar de forma óptima. Los antojos también nos muestran estas carencias.
Técnicas complementarias:
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Podemos utilizar técnicas de respiración.
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Meditaciones: os recomiendo una meditación al día de 10 minutos en el momento que sea más adecuado para cada uno. Existe alguna app que hace de guía y recordatorio, por si no se sabe por donde empezar.
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Yoga: con el yoga mente y cuerpo se relajan, al igual que con la meditación, y se aprenden técnicas para conectar con el cuerpo y conocer mejor el funcionamiento de cada uno.